“La mente racional en si misma no es disfuncional. Es una herramienta maravillosa. La disfunción se instaura cuando buscas tu sentido de identidad en ella y la confundes contigo”
Edgar Tolle (El poder del ahora)
Diferentes tradiciones espirituales, y algunas psicoterapias proponen llegar a un lugar, a una percepción del Ser real, más allá del ego. Pero ¿Qué es el ego? ¿Cómo nos actúa? Y ¿Quién soy yo más allá del ego y de mi neurosis?
Podemos considerar a la mente egoica como una parte de nuestra mente, una herramienta de nuestro Ser. Una serie de pensamientos sobre nosotros mismos que hemos construido para funcionar en este mundo, relacionarnos y que nos da un sentido de identidad.
Es una estructura mental que cumple con una función muy útil para nuestro desarrollo. Un directorio provisional para navegar adecuadamente en el mundo. Es la estructura que permite que sobrevivamos desde niños cuando no podemos reconocer el poder de nuestro Ser esencial, y cumple con funciones de supervivencia y protección. Lo que sucede es que olvidamos que es provisional y acabamos creyendo que somos esa estructura mental.
El ego es una voz interior, una serie de ideas sobre nosotros mismos que nos dan una “sensación de identidad”, lo que pensamos sobre nosotros, lo que sabemos de nosotros. Pero la identidad que nos da suele ser una idea “constreñida y parcial” sobre lo que realmente somos. Esta identidad la hemos ido construyéndolo en nuestra infancia, con las experiencias que hemos tenido, con lo que nos han dicho que tenemos que ser, o lo que nos han dicho que tenemos que sentir, o pensar. Es lo que a veces mirándonos en espejos que nos distorsionaban, hemos creído que somos. Son creencias que hemos ido construyendo sobre nosotros mismos, a veces para tapar y no sentir las heridas emocionales de la infancia que aún no se han curado. Creencias sobre nosotros mismos como resultado de no saber acceder plenamente a auténticos recursos internos, pues éramos niños y de niños cuando no sabemos abordar las situaciones difíciles, a veces no podemos ver nuestro verdadero valor.
En algunas personas la mente egoica, este sentido de identidad está más adaptado a la sociedad. Podríamos decir que son más funcionales. La autoimagen, lo que esta voz interna les dice que son a estas personas, hace que puedan moverse mejor en la sociedad. En otras personas el ego es menos funcional. Estas personas están menos adaptadas y la identidad que han creado hace que sea más difícil para ellas manejarse en la sociedad. Sea como sea, lo podemos ver como un estado provisional en el camino del desarrollo de la consciencia, el error es creer que solo somos eso. Si esta “falsa identidad” sigue dirigiendo nuestra vida, aunque no sea lo mejor para nosotros, es porque no hemos descubierto otro lugar donde apoyarnos y no conocemos nuestra auténtica naturaleza. Esta identificación no nos deja ver lo que somos realmente. Es una imagen pequeña, parcial y distorsionada del “mi mismo”.
Estamos tan identificados con el ego que no nos damos cuenta cómo nos actúa, y cómo actuamos nosotros desde sus mandatos. Estamos totalmente identificados, o sea, nos creemos que somos él. Nos creemos lo que esta voz interna nos dice que somos y actuamos desde ahí. Muchas veces, hasta que no empezamos un proceso de psicoterapia, o meditación, no nos lo cuestionamos y actuamos desde creencias parciales de lo que somos, sin poder acceder a muchos de los recursos que nuestro Ser posee.
Además en occidente, hay una sobre valoración de la mente egoica y racional. “Pienso luego existo”. Descartes con una sola frase definió perfectamente el meta modelo en el que estamos inmersos en nuestra cultura occidental. ¿Un árbol piensa racionalmente? Y el árbol ¿existe? Basamos nuestra existencia en el pensar y ahí nos desconectamos del Ser y de la experiencia directa.
Muchas de las enfermedades mentales occidentales tienen que ver con la sobre valoración del pensamiento, con la distorsión del ego que toma el mando, en vez de ser una herramienta a disposición del Ser.
Al haber esta sobre valoración y esta identificación del pensamiento racional, el pensamiento se vuelve convulsivo, y muchas veces nos es imposible dejar de pensar, hay un ruido mental interno continuo que nos impide conectar con nuestro Ser, y que crea este yo parcial y constreñido. Este tipo de pensamiento es como una voz interna que nunca está tranquila, que no nos deja descansar ni un momento, que suele distorsionar y juzga constantemente, que nos desconecta de la experiencia directa de la vida, y del momento presente. El ego está oscilando constantemente entre nuestro pasado y nuestro futuro, alejándonos del momento presente. Hay un tiempo “ilusorio” donde el ego “tubo” lo que deseaba o necesitaba,(cuando añoramos a una pareja que tuvimos, o un trabajo donde nos encontramos muy a gusto, podemos creer que el pasado fue muy bueno)y otro tiempo ilusorio que es el tiempo en que el ego “tendrá” todo lo que le hace falta ( un buen trabajo, una pareja ideal, o habré hecho suficiente trabajo personal para tener autoconfianza suficiente….).Nos tiene atrapados y engañados, y condiciona nuestra supuesta felicidad a algo que tuvimos o algo que tendremos. Nos olvidamos que el único momento que existe y contiene la oportunidad de estar con lo que sea que estemos, es el presente.
El ego juzga constantemente, a uno mismo, a los demás y es muy importante para él tener razón. Nos separa de la vida, de los demás, de nuestro autentico Ser, de nosotros mismos. El juicio genera miedo y separación. Cuando juzgamos a los demás, actúa el mecanismo de proyección que nos hace pensar y creer que los demás nos van a juzgar a nosotros igual. Y sobre todo nos juzgamos a nosotros mismos, a veces más duramente que a los otros. Nos cuesta ser amigos de nosotros mismos. Muchas veces esta voz nos dice cosas muy duras que jamás diríamos a un buen amigo cuando está en un apuro y nos pide opinión.
Cuando actuamos desde el ego siempre hay insatisfacción, exigencia, y algún tipo de malestar. Sin darnos cuenta nos sometemos a la tiranía de nuestro ego el cual nunca está satisfecho, y no solo eso. Muchas veces nos sometemos a la tiranía de los egos de los demás. Cuando actuamos desconectados de nuestro Ser y nos ponemos al servicio de los deseos o necesidades de los demás. Esto sucede por diferentes motivos, pero en el fondo buscando el aprecio y el amor. A veces el ego intenta manipular a otros egos para calmar el profundo malestar que siente y sentirse un poco más importante o más digno. La distancia entre donde estoy y donde a mi ego le gustaría que yo estuviera siempre es insalvable. Para el ego siempre puedo mejorar algo de mi personalidad, tener algo mas, hacer algo mas, parecerme más a ese “yo ideal”, siempre inalcanzable. Cuando nos esforzamos en ser diferentes de lo que somos, nos alejamos de nosotros mismos. Si no estamos plenamente donde estamos resulta imposible acceder a un lugar más profundo de nuestro Ser, que es el único lugar donde puede tener lugar una autentica curación.
El ego intenta buscar soluciones lógicas a situaciones que no pueden resolverse desde la lógica, que pasan por la aceptación, la emoción, el cuerpo y ahí se atasca. Cuando la solución no pasa por la cabeza pero intentamos buscar la solución desde la cabeza, nos atascamos. La vida no es sencilla, y en nuestra historia probablemente ha podido haber estrés emocional, dificultades más o menos importantes. Alguna han podido digerirse, otras se quedaron sin resolver y ya no las vemos, lo cual no significa que no estén. Nos actúan y generan malestar.
Este ego con el que estamos tan identificados no tiene nada que ver con lo que realmente somos. En el fondo, el malestar que sentimos, es el desconocimiento de quien realmente somos. ¿Y cómo voy a saberlo? si muchas veces lo primero que sucede al parar mi mente es que conecto con todo el malestar que he estado evitando de múltiples maneras?
Según Sesha en su libro “El Sendero del Dharma” donde estudia las enseñanzas del “Vedanta Advaita”, la mayoría de nuestros esfuerzos van encaminados a mantener esa frágil sensación de yo que tenemos, de dar continuidad a nuestro ego, a nuestra frágil sensación de identidad. “El mal radica en perder la continua apreciación de ser un yo… bueno es aquello que sustenta la sed de ser y existir como un yo” pero aun llega más lejos en sus afirmaciones “….el ego, la psiquis entera es una defensa contra nuestro verdadero Ser”. (10) (5)
Y ¿Por qué malgastamos tanta energía en mantener un falso yo que nos aleja de nuestro Ser real? A pesar del sufrimiento que nos ocasiona, mantenemos esta falsa identidad porque nos proporciona una falsa sensación de seguridad. “Al menos soy esto”. Una ilusión de estabilidad en el flujo de la existencia. Por ejemplo, Hay personas que tienen parte de su sentido del yo, de su identidad, en sus problemas. Es entonces muy difícil para ellas dejarlos ir, porque eso significa perder el sentido de identidad. Y en nuestra vida hacemos una gran inversión en crear una identidad. Si esta identidad es de dolor y sufrimiento, no lo vamos a poder dejar ir fácilmente. Igualmente si esta identidad es exigencia y triunfo, puedo llegar a enfermar y morir antes de relajarme, renunciar a éxitos y soltar esta identidad. Si estuviéramos totalmente identificados con el ego, si realmente fuéramos ese ego, no habría tanto sufrimiento. Pero el alma puja por manifestarse para que vayamos hacia quien realmente somos. Y sufre cuando hay una constreñida identificación con el ego, pues nos hace sentir limitados y con una sensación de no estar realmente vivos.
Dar vueltas sobre el ego y los problemas del ego no lleva a la curación. Pero convivimos con nuestro ego, en esta realidad funcionamos con él. Los místicos dicen que el antídoto para las manipulaciones del ego es la presencia, permanecer presentes con nuestra experiencia tal cual es. Y el primer paso es restablecer la conexión con el cuerpo. El cuerpo no miente. Las sensaciones que vienen del cuerpo son reales y nos dan información. Es el primer paso para trascender la identificación que tenemos con el ego. Y desde ahí poco a poco poder acceder a lo que realmente somos. El contacto con el cuerpo nos permite abrir vías para el cambio.